Miguel Ángel
- TURISMO MUSEOS NEIVA
- 20 ago 2021
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Michelangelo Buonarroti nació en 1475 en Caprese, un pueblo de la Toscana, aunque su familia se trasladó a Florencia poco después. Su madre falleció cuando Miguel Ángel tenía apenas seis años, y se trasladó con su padre a Settignano, donde su padre trabajó en una cantera de mármol, lo que hace pensar a muchos estudiosos que fue allí donde el joven artista adquirió su amor por el trabajo manual del mármol. Sea como fuere, siendo un adolescente regresó a Florencia, entrando como aprendiz en el estudio de Domenico Ghirlandaio. Algunos relieves, como la “Virgen de la escalera”, conservada hoy en la Casa Buonarroti, se atribuyen a esta etapa.
En 1492, Miguel Ángel abandonó temporalmente Florencia y regresó a casa de su padre. Allí creó la que posiblemente fuese su primera obra maestra, un enorme “Hércules”, hoy en día perdido. Regresa brevemente a Florencia, donde uno de sus patrones le encarga realizar una escultura “con apariencia de ser antigua”, para que pudiera ser vendida por un alto precio. Pese a que el truco fue descubierto por el Cardenal Raffaele Riario, la habilidad de Miguel Ángel le impresiona tanto que le invita a viajar a Roma, donde el artista crea su “Baco”, obra conservada en el Palacio Bargello de Florencia, y la primera de sus obras maestras indiscutibles, la “Pietà” del Vaticano (1498-99)

Regresa a Florencia en 1499, donde recibe el encargo para realizar la que hoy en día es su obra escultórica más reconocida y, posiblemente, la escultura más famosa jamás creada: el colosal “David” (1501–1504, originalmente ubicada en la plaza de la Señoría, hoy en día en la Galleria dell’Accademia de Florencia). También recibió el encargo para participar en el que pudo haber sido el conjunto pictórico más importante del Renacimiento, los frescos para el Palazzo Vecchio, en el que debía pintar una “Batalla de Cascina” mientras que Leonardo da Vinci pintaría la “Batalla de Anghiari”. Ninguna de estas obras ha llegado hasta nuestros días, y, en el caso de la pintura de Miguel Ángel, se cree que nunca llegó a empezarse, más allá de un cartón preparatorio.
En 1505, Miguel Ángel era ya uno de los artistas más admirados de Europa. Viaja a Roma, invitado por el Papa, donde realiza la espectacular Tumba de Julio II, cuya colosal escala anticipa los proyectos de arquitectura que Miguel Ángel acometería tiempo después. También en Roma comienza su más ambicioso proyecto: los frescos de la Capilla Sixtina, una de las obras cumbre del Arte universal.

Miguel Ángel trabajó en la Capilla Sixtina en dos etapas: entre 1505 y 1512 pintó el techo de la Capilla, (donde destaca el icónico “La creación de Adán”), y entre 1534–1541 pinta en la pared del altar “El juicio final”, una composición colosal en la que Michelangelo crea un universo de titanes vigorosos, formados por volúmenes casi escultóricos. Esta obra fue escogida en 2006 por theartwolf.com como una de las obras maestras de la pintura.
Pero además de ser posiblemente el más importante escultor de todos los tiempos y un muy destacado pintor, Miguel Ángel fue también un ambicioso arquitecto. Finaliza en Roma el Palazzo Farnese, que había sido iniciado por a Antonio de Sangallo el Joven, y realiza los planos para la Piazza del Campidoglio. Pero en este campo, su trabajo más reconocido es su contribución a la Basílica de San Pedro, proyecto iniciado por Donato Bramante y concluido por Gian Lorenzo Bernini.
Miguel Ángel falleció en Roma a los 88 años. Su funeral fue solemne, acorde a la importancia que su figura había adquirido en vida, y fue enterrado en la basílica de la Santa Croce de Florencia, en un sepulcro diseñado por el artista e historiador Giorgio Vasari.
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