Edvard Munch
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- 20 ago 2021
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Edvard Munch nació en un pueblo del interior de Noruega en 1863, aunque su familia se trasladó a Oslo pocos meses después. Su infancia no fue en absoluto fácil, ya que se madre falleció cuando Munch tenía apenas tres años. El joven Edvard fue criado por su padre, hombre extremadamente religioso. Con quince años, Munch comenzó su formación como ingeniero, que abandonaría apenas un año después para estudiar pintura en la Academia de Arte y Diseño de Oslo.
El joven Munch se sintió atraido por el impresionismo, estudiando las obras de Manet, pero pronto sintió que este estilo no permitía expresar la emoción que quería incluir en sus pinturas. En 1889 expone en la Exposition Universelle de París, tomando contacto con las obras de artistas como Van Gogh o Gauguin. En 1891 pinta “Melancolía”, su primera obra de importancia, que parece anticipar a la vez el fauvismo y el expresionismo. Después de pintar esta obra, reside cuatro años en Berlín, completando su formación como artista.

En Berlín, Munch realiza la que es su obra más célebre, la ya mencionada “El Grito”. Pocas obras, en toda la historia del arte, han sido tan estudiadas, comentadas e incluso parodiadas que esta pintura, prodigio de expresividad. En 2006, theartwolf.com seleccionó esta pintura (de la que se conservan cuatro versiones, además de un grabado) como una de las 50 obras maestras de la historia de la pintura. Antes del fin de siglo, pinta varias de sus obras más conocidas, como “Ansiedad” (claramente inspirada en “El Grito”), “El Vampiro”, de la que se conservan varias versiones, y su célebre “Madonna”
Si bien “El Grito” es su pintura más famosa, su obra más ambiciosa fue “El Friso de la Vida”, un ciclo pictórico que incluye obras como “La Tempestad” o “Luz de luna”. Sus últimos años estuvieron marcados por problemas de salud, sufriendo ataques de ansiedad acrecentados por su consumo de alcohol. De hecho, aunque no fallecería hasta 1944, a los 80 años, su producción artística tras la Primera Guerra Mundial es muy limitada, y en ningún caso de la importancia de sus obras realizadas en la década de 1890. Sin embargo, estas obras son por si mismas suficientes como para considerar a Munch como uno de los pilares del arte moderno.
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