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Alberto Durero


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El mayor genio del Renacimiento alemán, el Leonardo da Vinci del norte de Europa, fue Alberto Durero, quien, al igual que el genio nacido en Vinci, unió a su enorme talento una inacabable curiosidad, lo que le llevó a crear un variado conjunto de obras que abarcan desde el autorretrato al paisaje puro, desde obras religiosas hasta estudios de anatomía, pasando por sus célebres dibujos de animales y plantas, cuya precisión los transforma prácticamente en tratados científicos.


Hijo de un orfebre húngaro emigrado a Alemania, Albrecht Dürer (Alberto Durero en países hispanohablantes) nació en Núremberg en 1471. Su colosal talento se manifestó muy pronto, y con 13 años dibujó un meritorio “Autorretrato”, conservado hoy en el Museo Albertina en Viena. A lo largo de su vida, Durero mantendría su interés por el autorretrato. Nueve años después pintaría, esta vez al óleo, un Autorretrato conservado hoy en el Museo del Louvre, y poco tiempo después, tras un viaje a Italia que sería un punto transformador en su carrera artística, pintó dos de los más célebres autorretratos de la historia del arte: uno conservado en el Museo del Prado, en el que combina una pose arrogante con un paisaje que se observa a través de una ventana; y otro, pintado a los 28 años, conservado en la Alte Pinakothek, posiblemente su obra más personal y compleja.

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Fue en su primer viaje a Italia, en 1494, donde Durero tuvo contacto con la obra de los maestros de la época, como Giovanni Bellini y Andrea Mantegna. Además, fue allí donde logró perfeccionar la técnica del grabado, medio con el que posteriormente crearía obras maestras como “Melancolía” o “Adán y Eva”. A su regreso, destacan sobre todo sus acuarelas de animales y plantas, creadas con excepcional realismo, como su “Liebre joven” (1502) o “Gran mata de hierba” (1503)


Durero volvería a viajar a Italia en 1505, permaneciendo dos años antes de regresar a Alemania. De vuelta en Núremberg, Durero alcanza su madurez artística, creando obras de una complejidad excepcional como “El martirio de los diez mil cristianos”, propiedad hoy del Kunsthistorisches Museum de Viena, así como alguno de sus grabados más célebres, como su hoy famosísimo “Rinoceronte”, animal que Durero nunca vio en vivo, y cuya representación se basa en descripciones y bocetos de otros artistas y viajeros.

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Tras un viaje a los Países Bajos en 1520-21, Durero cayó enfermo (la naturaleza de su enfermedad todavía no está clara), lo que le obligó a reducir su actividad artística. Falleció en su ciudad natal en 1528, a los 56 años de edad.


 
 
 

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